¿Quién de nosotros no se ha quedado sin palabras? Brotan las lágrimas. Lágrimas de júbilo. Lágrimas de alivio. Un asombroso y avasallador alud de esperanza en un momento de profunda desesperación. En una nación fundada sobre el genocidio y construida sobre las espaldas de los esclavos, fue un momento inesperado, impactante por su sencillez: Barack Obama, un hombre bueno, un negro, dijo que llevaría el cambio a Washington, y a la mayoría del país le gustó la idea. Los racistas estuvieron presentes a lo largo de la campaña y en las urnas, pero ya no son mayoría, y nos tocará ver en vida cómo se extingue su llama de odio.
La noche del 4 de noviembre ocurrió, también por primera vez, otro hecho importante. Nunca en nuestra historia había sido electo a la presidencia, en tiempos de guerra, un pacifista declarado. Espero que el presidente electo Obama lo recuerde cuando piense (...)