Hace años, un gran americano, bajo cuya sombra simbólica estamos hoy, firmó la Proclamación de la Emancipación. Este importante decreto se convirtió en un gran faro de esperanza para millones de esclavos negros que fueron chamuscados en las llamas de la injusticia. Llegó como un hermoso amanecer de alegría al final de una larga noche de cautiverio. Pero cien años después, el negro todavía no es libre. Cien años después, la vida del negro sigue lisiada por los grilletes de la discriminación. Cien años después, el negro vive en una solitaria isla de pobreza en medio de un inmenso océano de prosperidad material. Cien años después, el negro todavía languidece en los rincones de la sociedad estadounidense y se encuentra desterrado en su propia tierra.
Entonces hemos venido aquí hoy para dramatizar una condición vergonzosa. En un sentido llegamos a la capital de nuestra nación para cobrar un cheque. Cuando los (...)