Treinta niños del barrio de Ngaba, en Kinshasa, viven en una curiosa villa miseria, muy pobre pero simpática: “aulas” de 3 x 10 metros, “dormitorio” del tamaño de un pañuelo, todo con techo de chapas y amueblado de manera artesanal. Dos educadores sin formación y una asociación de barrio (el Centro de Acogida para Niños y Madres sin Recursos) se ocupan del lugar con un presupuesto miserable… Lo que no impide que los ex huérfanos de la calle lleven allí una buena vida y jueguen tan ruidosamente que los chicos del barrio, todavía más miserables, deseen unirse a ellos…
¿Qué tienen en común esta microscópica asociación caritativa y cristiana y los pesos pesados de la acción humanitaria, con fuerte representación en la República Democrática del Congo (RDC)? Justamente nada, ése es el problema… Para las grandes Organizaciones No Gubernamentales (ONG) occidentales, especializadas en la infancia abandonada, estos voluntarios locales son “aventureros (...)