En Berlín, la Señora T. vive en una gran casa construida hace tiempo por su esposo, para ella y los hijos que finalmente no tuvieron. Actualmente viuda, y con 87 años, vive sola. Tiene únicamente una sobrina que vive a setecientos kilómetros de distancia, y un familiar lejano del otro lado del océano. La Señora T. tiene ronquera, pues las ocasiones de hablar con alguien son escasas; está ansiosa, pues las piernas no le responden; se siente perturbada, pues cada vez más a menudo, al salir de su casa no sabe si debe doblar a la izquierda o a la derecha para ir a su médico. El médico puso en su ficha: “demencia senil evolutiva”.
La Señora T. de algo está segura: no quiere, de ninguna manera, vivir en un centro geriátrico, al igual que los dos tercios de los alemanes, según indican las encuestas. Pues, es cierto, lo que (...)