Los medicamentos para la disfunción eréctil son productos muy lucrativos. En 2011, movieron en el mundo más de 5.300 millones de dólares. Este mercado floreciente en torno al sexo es un apetitoso bocado para las corporaciones farmacéuticas, que no escatiman esfuerzos para abrir nuevos mercados. Una fórmula habitual, empleada para la propia disfunción eréctil, es “crear” nuevas enfermedades (o redefinir otras ya conocidas) para alinearlas con las posibilidades de ventas de sus nuevos medicamentos. Es decir, primero los medicamentos y luego las enfermedades y las personas (a través de la medicalización de la vida diaria). De producir medicamentos para ayudar a resolver problemas, se pasa a crear problemas para ayudar a vender medicamentos. Un paso más en la deriva especulativa en la que está inmerso este gigantesco negocio.
En el caso de la andropausia se había ya sugerido que se debía a una caída gradual de la producción de testosterona, y (...)