Ese 27 de febrero de 1943, al alba, los SS de la Leibstandarte Hitler, encargados de la seguridad personal del Führer, ocupan sus lugares en camiones cubiertos con lonas que parten hacia los cuatro confines de Berlín. Su misión: detener en su casa o en su trabajo, con ayuda de la Gestapo y de la policía municipal, a los últimos judíos de la capital del III Reich. Unos trabajan en fábricas vitales para la Wehrmacht ; otros, casados con cónyuge alemán, no caen por efecto de las leyes de Nuremberg de 1935. El ministro de propaganda y gauleiter (jefe regional) del Partido Nacionalsocialista, Joseph Goebbels, que desde hace diez años sueña con limpiar de judíos su ciudad, puede finalmente poner término a esas excepciones.
Por la noche, cerca de 5000 personas han sido secuestradas, entre ellas 1700 maridos de alemanas. Algunos van ya rumbo a los campos de la muerte. Otros (...)