Hace 60 años, el 8 de mayo de 1945, con el derrumbe del III Reich alemán, terminaba la II Guerra Mundial en Europa. Proseguiría en Asia hasta el 2 de septiembre de 1945, cuando, sobre el puente del acorazado estadounidense Missouri, los representantes de Japón, abrumados por las primeras bombas atómicas, firmaran la rendición de su país.
¿Es necesario seguir hablando de este conflicto, en un momento en que el gran coro de los medios nos asesta, en ocasión de las múltiples ceremonias conmemorativas –por el desembarco de Normandía, la liberación de París, la entrega de Auschwitz y luego la de Buchenwald, la caída de Berlín–, imágenes pletóricas y comentarios interminables sobre sus principales episodios? La respuesta es sí. Por una razón simple: el propio ceremonial de las conmemoraciones entierra y ahoga el sentido del acontecimiento. La paradoja es que los medios recuerdan... para hacer olvidar mejor.
El historiador Eric Hobsbawn nos (...)