La planta baja de un lujoso edificio de Nueva York abierto al público está ocupada por una tienda de diseño y un bar, del que se escapa una armoniosa melodía improvisada por un pianista para deleite de una distinguida clientela. Este edificio pertenece a BlackRock. Junto con Vanguard y State Street, esta sociedad forma la banda de los “big three”: los tres gigantes de la gestión de activos. Juntos acumulan alrededor de 15 billones de dólares de capitalización, equivalente al producto interior bruto (PIB) de China, y controlan un bloque de acciones mayoritario en el 90% de las empresas del S&P 500, el primer índice bursátil estadounidense.
Pero el tamaño de los dos acólitos de BlackRock es insignificante frente a este monstruo financiero. Con un volumen de facturación superior a los 12.000 millones de dólares y cerca de 14.000 “colaboradores” en una treintena de países, la sociedad de Laurence D. Fink (...)