Aunque en la carrera por el acaparamiento del capital industrial y financiero, la gran burguesía ha mantenido su clásica ventaja, la pequeña burguesía ha hecho algo más que resistir la comparación con su hermana mayor en materia de acumulación del capital simbólico y cultural (en particular bajo su forma académico-universitaria). Esta, aunque quizás no lo ha creado ex-nihilo, ha contribuido en gran medida a desarrollar y difundir por todo el mundo un estilo de vida caracterizado por el todo poderío del dinero, el culto a la audacia empresarial, la actividad especuladora, la propensión al consumo compulsivo y el hedonismo de estrechas miras; todo ello maquillado con una espiritualidad de fachada basada en el modelo estadounidense.
Ese “nuevo espíritu del capitalismo”, como lo bautizaron Luc Boltanski y Ève Chiapello, logró desde antes de la gran crisis de 2008 colonizar las conciencias y las sensibilidades, hasta el punto de penetrar en los sectores (...)