Entre quienes solicitan un visado “Schengen”, pocos saben que lleva este el nombre de una aldea de Luxemburgo, ubicada en medio de los viñedos y que colinda a un tiempo con Francia y con Alemania. El primer convenio que organizaba la libre circulación de personas en Europa se firmó en el río Mosela, a bordo del buque Princesse Marie-Astrid, en 1985. En la margen izquierda, detrás de una reliquia del Muro de Berlín, el Museo Europeo solemniza el recuerdo de esa abolición de las fronteras. Veinticuatro folletos, uno por cada idioma oficial de la Unión, cuentan una leyenda áurea que pasa por alto el colosal beneficio que Luxemburgo obtiene de otra libertad de circulación: la de capitales. Aún falta en esta colección un folleto en el idioma nacional, el lëtzebuergesch (luxemburgués), cuyo actual resurgimiento arroja sin embargo bastante luz sobre la insólita trayectoria del Gran Ducado.
Amanecer otoñal en la capital, (...)