El contraste impresiona desde que uno llega: comparada con el “palacio de cristal” en Nueva York, al que las cuestiones de la paz y la seguridad confieren cierta solemnidad, la sede de las Naciones Unidas (ONU) en Viena hace pensar más bien en una pequeña aldea estudiosa. Allí, cuatro mil funcionarios atareados recorren los pasillos engalanados con obras de arte de un gusto desigual (pero provenientes de todo el mundo) y fotografías gigantes de los Cascos Azules en acción. “Trabajamos para las agencias técnicas de las Naciones Unidas”, repiten de manera casi defensiva, para marcar bien la diferencia con el carácter más político de los organismos de Manhattan.
La capital austriaca es, junto con Nueva York, Ginebra y Nairobi, uno de los cuatro cuarteles generales de la ONU. A pocas estaciones de metro de los edificios señoriales de la antigua ciudad imperial, en un edificio en forma de estrella que huele (...)