En Roma, policías con uniforme de guerra evacuan los campamentos de nómades. En Milán, un “Comisario extraordinario para la urgencia gitana”, designado por el Gobierno de Silvio Berlusconi, impone una cédula de identificación para quienes desean entrar en su propio campamento. En Nápoles, las fuerzas del orden, lanzando cócteles molotov, toman por asalto otro campamento, del que las familias deben escapar en medio del pánico. Y, por una noche, los ojos aterrorizados de los niños irrumpen, por medio de la televisión, en los hogares de la gente decente.
“Ahí puedo ver el fantasma del racismo institucional”, ha declarado Luciano Muhlbauer, consejero regional milanés de Refundación Comunista. “Si siguen así pondrán en peligro la propia democracia”, retruca el alcalde de Venecia, Massimo Cacciari. Este hombre de izquierda quisiera asignar a los gitanos alojamientos comunales, pero el comité de barrio, manipulado por la derecha, se opone. Este edil es una excepción incluso entre (...)