Cuando diez mil soldados chilenos desembarcan en el puerto boliviano de Antofagasta el 14 de febrero de 1879, no encuentran mucha resistencia. Y con razón: por entonces, la ciudad contaba con entre tres y cuatro veces más residentes chilenos que bolivianos –alrededor de 6.500 de los 8.500 habitantes. Las duras condiciones del desierto de Atacama explican esta singularidad: es menos peligroso llegar a Antofagasta bordeando la costa que franqueando la cordillera de los Andes y luego atravesando el desierto. Atacama presenta la densidad orgánica más baja del planeta; sin embargo, aunque desprovisto de casi cualquier tipo de vida, este desierto empieza a dejar ver su potencial económico desde mediados del siglo XIX. Allí se descubren el salitre (un componente de la dinamita), el guano (acumulación de excrementos de pájaros marinos utilizado como abono) y, sobre todo, la plata: en esa época, miles de volquetes de minerales circulan todos los días (...)
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Guerra del Pacífico y del Salitre
por Cédric Gouverneur,
septiembre de 2015
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