El muchacho se dirigía a la ciudad.
Hacia el este, hacia el amanecer del siguiente día.
Las vacaciones de verano brotaban como el sudor. La víspera, la última clase había sido muy sencilla, como un problema de matemáticas que se resuelve con la mera lectura de su enunciado.
Fin de curso.
Comenzaban las vacaciones.
El muchacho se abalanzó fuera del aula. En la entrada de la escuela, el tablón de anuncios estaba cubierto de papelitos. En uno de ellos ponía: “Querida XXX, te quiero tanto que cada noche me veo obligado a aliviarme yo mismo”. En otro: “¡Zhang, todavía no me has devuelto los tres yenes que me cogiste prestados este semestre!”. Entre todos esos papeles, había uno, rojo oscuro, que tenía escrita con un bolígrafo de tinta negra y espesa una frase desconocida, en inglés:
“I fuck your mom”.
Esta sucesión de letras le semejó una bandada de ocas salvajes abalanzándose sobre él. Se llevó los (...)