En el verano de 1957, el sociólogo inglés Michael Young camina por una playa de Gales. Durante mucho tiempo investigador en el seno del Partido Laborista británico, cuyo manifiesto redactó en 1945, hace tiempo que está retirado de la política. En la arena, rumia: once editores han rechazado su último manuscrito. De repente, divisa en la orilla a una pareja de amigos, se detiene, habla con ellos de ese texto que nadie quiere. Coincidencia, sus acólitos editan libros de arte y deciden incluir la obra en su catálogo. Su título: El triunfo de la meritocracia. Young acuñó el término, que anticipa sus sarcasmos, a partir del latín y el griego. Quinientos mil ejemplares vendidos en pocos años hacen que el término “meritocracia” pase al lenguaje corriente. A costa de un enorme malentendido.
Ya que la obra de Young, que sigue la estela de 1984 de George Orwell y de Un mundo (...)