El 31 de julio de 1750, se enterraba en Leipzig a “un hombre de 67 años, Johann Sebastian Bach, maestro de capilla y cantor de la escuela de Santo Tomás, fallecido el martes. Cuatro niños menores de edad, carroza fúnebre gratuita”.
La familia del cantor se dispersa. Wilhelm Friedmann, el hijo favorito, es el director musical de la ciudad de Halle. Carl Philipp Emmanuel es clavecinista de la corte del rey de Prusia Federico el Grande… Los hijos mayores se reparten las partituras, venden los claves, violines y cafeteras. Anna Magdalena, su madrastra, conocerá “el penoso estado de viuda” durante diez años y morirá discretamente, en la miseria. Nadie le escribió una oda fúnebre.
Nos gusta imaginar un viejo Bach olvidado, y que su Pasión según San Mateo dirigida en 1829 en Berlín por el joven Félix Mendelssohn supuso su resurrección. En realidad, el acontecimiento fue una culminación. Aunque la fama del (...)