No hay que buscar lo imposible en una narración aparentemente sin pies ni cabeza. Mejor dicho, con unos pies –ya al principio de la novela– y una cabeza pero que pertenece a otras misteriosas extremidades. La inconexión es el eje del texto. El exceso, la arbitrariedad, la locura misma se apoderan del escritor para que el lector se convierta en sumisa prolongación de aquel. El eslabón que une los distintos fragmentos o relatos se funde en una amalgama argumental.
Ya en la primera frase de la primera página de La escoba del sistema aparecen los pies de Mindy Metalman a los que la protagonista, Leonore Beadsman, quien en 1981 tiene 15 años y vive en Ohio, describe con estas palabras: “La mayoría de las chicas guapas de verdad tienen unos pies bastante feos”. Leonore vivirá en un constante sobresalto. Visita a su hermana Clarice, estudiante universitaria, quien comparte habitación con otra (...)