Acusado en ocasiones de inmovilismo, Framçois Hollande no ha dejado de actuar desde su llegada al poder, mientras que François Mitterrand necesitó dos años para realizar el giro hacia la austeridad, en 1983, tras una serie de reformas estructurales nada despreciables. Le han bastado seis meses al segundo presidente socialista de la V República para actuar como un liberal con el entusiasmo de un convencido. El primero simbolizó el abandono de las capas obreras y populares de la sociedad, que continúan olvidadas. Su sucesor ha añadido el divorcio con una gran parte de las clases medias.
El editorialista del diario económico Les Echos, Jean-Marc Vittori, no ocultaba su satisfacción tras el viaje del presidente a Dijon, a mediados de marzo, al escribir: “François Hollande está esbozando una política extremadamente ambiciosa, en particular para un gobierno de izquierdas: desmontaje de la protección social, reducción del tamaño del Estado, incremento de la productividad (...)