¿Quién dijo que los altos dignatarios de las instituciones europeas eran insensibles a las consecuencias dramáticas de las políticas de austeridad que imponen a los pueblos? El Consejo Europeo de los días 13 y 14 de marzo pasado les permitió recordar que, también ellos, tienen su corazoncito. El presidente Herman Van Rompuy declaró, en efecto, que los dirigentes, sus colegas, eran “plenamente conscientes de la polémica, de las frustraciones que se van acumulando, e incluso de la desesperación de la gente”. Sin duda estaba aún bajo el impacto de los resultados de las elecciones italianas del 24 y 25 de febrero y no ignoraba las señales premonitorias de una explosión social en España y Portugal. Y la crisis chipriota aún no había estallado...
De ahí que nadie esperase que esas palabras, dignas de una dama de caridad, fueran a desembocar en un replanteamiento radical de las políticas actuales. En 2012, las (...)