Elija a cualquier persona, al azar, y pregúntele si conoce el nombre del presidente uzbeko, del rey saudí o de la titular del Ejecutivo danés (tres líderes de países que pueden compararse con Venezuela en términos de superficie, población o riqueza). Es probable que no. ¿El de Hugo Chávez? Es más probable que sí. Y seguramente lo habría identificado antes de que su muerte fuera anunciada en la “Primera plana” de los principales diarios del planeta y de que cincuenta y cinco delegaciones de jefes de Estado viajaran para rendirle homenaje.
Nada indicaba que el recorrido de Chávez lo llevaría a semejante notoriedad. Durante su primera campaña presidencial, en 1998, un analista venezolano afirmó: “Antes de las próximas elecciones, lo habremos olvidado”. En aquel momento, la candidata conservadora Irene Sáez ilustraba, a su manera, la atención que las elites del país brindaban a las reivindicaciones populares. Caracas había registrado, en menos (...)