Michel Foucault considera el Ejército y la cárcel como ejemplos perfectos de instituciones donde se disciplina al individuo mediante la coerción física. El destino quiso que yo, que desde la más tierna infancia siempre tuve problemas con la disciplina, sufriera el yugo de nuestras instituciones punitivas durante ocho años, tres en el Ejército y cinco en la cárcel.
Durante mi detención provisional, la comida era relativamente aceptable. Hasta que el juicio no tuviera lugar, yo no era culpable. Al ver que recibía visitas frecuentes de mi familia y de mi abogado, el director de la cárcel tenía pequeñas atenciones conmigo. Hasta tal punto que me decía: “El fiscal se mata a interrogar, el juez, a imponer penas, la familia, a pagar y el detenido, a comer”. Y, de hecho, el detenido que yo era no carecía de nada, dado que mi familia me traía gran cantidad de platos y un poco (...)