La banalidad de la ética se produce cuando los principios éticos en los que son educados los individuos no vertebran sus decisiones morales, cuando los sujetos no comprenden las implicaciones de sus actos y cómo contribuyen a destruir el orbe social del que forman parte. La educación ética deviene banal porque no consigue que las auténticas preferencias de los individuos (sus valores, aquello que realmente condiciona sus actos) traduzcan el espíritu de los principios que dicen defender. Es evidente que las clases de filosofía del derecho no han calado en jueces que, como en el caso de España, no tienen inconveniente en vulnerar el principio de imparcialidad para sentenciar al ya ex juez Garzón o en hacer prevalecer intereses corporativos sobre el prestigio de la institución; en abogados y políticos que han estudiado al filósofo estadounidense John Rawls (1921-2002) y su Teoría de la Justicia, y que no ven que (...)
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LA “GRAN ESTAFA” Y EL DERRUMBE MORAL
Banalidad de la ética
¿Cuánto tiempo tardará en aparecer la violencia? La continua vulneración de las reglas de juego, la impunidad, la desafección de las elites, la quiebra de las metas compartidas, el predominio de la razón cínica, ¿saldrán gratis? Toda gran crisis se lleva algo por delante. La que estamos viviendo, desde luego, está dinamitando el capital de confianza acumulado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Pero, ¿y los grandes principios, esos que articulan la vida democrática y que las instituciones civiles y religiosas nos han venido inculcando? ¿Ha devenido la ética algo banal?
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