São Paulo, Brasil, 1 de febrero de 2014. Furiosos, un centenar de hinchas del Corinthians entran por la fuerza en el centro de entrenamiento de su equipo favorito. Tienen la firme intención de castigar a dos jugadores, considerados responsables de una serie de derrotas. Los desafortunados escapan por poco a su venganza. Cuatro días más tarde, durante un partido, se producen violentos enfrentamientos, esta vez, sin embargo, entre los propios hinchas del club paulista.
“Estos canallas representan entre el 5% y el 7% de los miembros de las torcidas organizadas [agrupaciones de hinchas de fútbol]. No son hinchas, sino traficantes de drogas o delincuentes. Son difíciles de eliminar”, analiza fríamente Mauricio Murad, sociólogo brasileño. Dos meses antes, peleas entre hinchas de los clubes Vasco da Gama y Atlético Paranaense habían causado cuatro heridos graves. Desde 1988, han muerto en el país doscientos treinta y cuatro hinchas de fútbol. “Los gamberros están (...)