La reestructuración urbana por “destrucción creadora” ha adquirido una dimensión planetaria: de Bombay a Pekín, pasando por Londres, Nueva York o París, muchos barrios populares bien ubicados son reacondicionados y sus antiguos habitantes expulsado a la periferia en grupos de viviendas de baja gama para dejar lugar a un hábitat “de categoría”: sedes sociales, equipos culturales prestigiosos capaces de atraer a los inversores, promotores inmobiliarios, directores de sociedades, cuadros superiores y turistas adinerados. En resumen, “la villa miseria global entra en colisión con la obra de construcción global; una disimetría atroz que no puede ser interpretada sino como una forma flagrante de confrontación de clases”, concluye el geógrafo David Harvey. Por consiguiente, ¿hace falta deducir que, más allá de la aparición de nuevas disposiciones urbanísticas y arquitectónicas, la lucha secular entre dominantes y dominados por la conquista (o la reconquista) del espacio urbano se efectúa según una dinámica inmutable?
Eso sería (...)