Apenas son las ocho de la mañana cuando nuestra lancha abandona el puerto de Santa María de Nieva, capital del departamento de Condorcanqui, en el norte de Perú. Hacen falta cinco horas para llegar a La Poza, una pequeña aldea mestiza en el corazón de las tierras wampis, en las que viven unas 10.000 personas –cazadores, pescadores, horticultores, pero ahora también profesores, enfermeros, etc.– agrupadas en pequeños pueblos o “comunidades”. Nos encontramos en el norte de la Amazonía peruana, a caballo entre los departamentos de Amazonas y de Loreto.
La embarcación remonta lentamente por las aguas del río Santiago, que fluye al oeste de la verde cadena de los Kampankis, el último relieve andino antes de la inmensa llanura amazónica. En algunos lugares, montículos de tierra desfiguran las riberas. Un pasajero nos explica que son los vestigios de la actividad ilegal de los buscadores de oro. Excavan por el cauce de (...)