En el cine, el espectador contemporáneo es un hombre o una mujer apresurado. La acción debe iniciarse desde la primera imagen de la película, las secuencias deben encadenarse a la velocidad de una ametralladora pesada, los planos tienen que sucederse al ritmo del aleteo de un colibrí. El espectador contemporáneo es un niño mimado que llora y patalea si no se le concede inmediatamente su más mínimo deseo de imágenes y de sonido, y al que hay que callar con urgencia plantándole un chupete en la boca o distrayéndolo con un sonajero (incluso ambas cosas). Atrevámonos a decir que la producción de la mayoría de las películas se lleva a cabo en la actualidad bajo los auspicios del chupete y del sonajero, es decir, del Dolby Stereo elevado a la décima potencia y de efectos especiales en imágenes de síntesis para poner en escena catástrofes nucleares, guerras intersiderales, epidemias mortales, (...)
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El espectador impaciente
por Gérard Mordillat,
julio de 2018
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