A mediados de junio de 2018, en el momento en que se inauguraba la Copa Mundial de Fútbol, los partidarios de una reforma drástica del sistema de pensiones se impusieron en Rusia. Contando con el alborozo deportivo como elemento de distracción, el primer ministro Dmitri Medvédev anunció la decisión del Gobierno: las mujeres trabajarían en adelante hasta los 63 años en lugar de hasta los 55, y los hombres hasta los 65 años en lugar de hasta los 60.
Aunque el presidente pretendió mantenerse al margen de esos debates, su índice de popularidad cayó, pasando de un 80 a un 63% de opiniones favorables. Centenares de acciones de protesta en todo el país le obligaron a dirigirse directamente a la nación por televisión. Sin sorpresas, Vladímir Putin suavizó el proyecto ley, sobre todo al fijar la edad de jubilación en 60 años en el caso de las mujeres, y prometió una (...)