Atenas acaba de hacer a sus ejércitos un regalo de Navidad adelantado: veinticuatro aviones de combate Rafale y tres fragatas de última generación, además de F-35 y helicópteros Sikorsky que todavía están por llegar y un número de drones, torpedos y misiles. Los oficiales griegos no estarán solos en la fiesta, puesto que grupos armamentísticos franceses, Dassault en particular, se cuentan entre los principales proveedores de Atenas.
Hace solo cinco años, quien lo diría, las autoridades europeas y el Fondo Monetario Internacional (FMI) –la “troika”– imponían su férula a una Grecia arruinada, asfixiada, reducida al rango de protectorado. Examinaban con lupa el más pequeño de sus gastos a fin de obligarla a rembolsar una deuda cuyo carácter “insostenible” reconocía el propio FMI. Animada por Alemania, la troika se cebó con el gasto social: subidas fulgurantes de los impuestos y de las cotizaciones sociales, retraso de la edad de jubilación a los 67 años (y catorce recortes consecutivos de las pensiones), reducciones de los subsidios por desempleo y del salario mínimo (un 32% en el caso de los menores de 25 años), hospitales saturados y faltos de medios y medicamentos, etc.
Los créditos militares no parecen estar sujetos a una vigilancia financiera tan estricta. Su porcentaje en relación con el producto interior bruto (PIB) de Grecia ha creciado del 2,46% en 2015 al 2,79% el año pasado. El récord de la Unión Europea. Pese a prepararse para la guerra, los griegos deben aferrarse a la paz. En realidad, el país se considera amenazado por Turquía, que juega a la provocación en el Mediterráneo oriental y que desde hace casi cincuenta años ocupa ilegalmente parte de Chipre. Pero eso no impide que los dos Estados rivales pertenezcan a la misma alianza militar. Ni que Berlín sea uno de los principales proveedores de armas de Ankara.
En 2015, cuando la “primavera de Atenas” fue aplastada por los bancos europeos, Le Figaro destacó por su ferocidad. En su opinión, incluso estando exangüe, Grecia, un “paciente que prefiere abofetear a su médico”, debía pagar a sus acreedores hasta el último céntimo. De lo contrario, afirmaba indignado el diario conservador, cuyo discurso adoptaron casi todos los medios del país, “cada francés pagaría 735 euros por la cancelación de la deuda griega” (1). En aquel momento, esta se situaba en el 177% del PIB del país. El pasado diciembre, superó el 205%. Pero Le Figaro ha dejado de preocuparse por los acreedores europeos. ¿Por qué? Sin duda, sería absurdo pensar que se debe a que Grecia tuvo la idea de hacer sus adquisiciones en los arsenales del grupo Dassault, propietario de Le Figaro (2)…
Sin embargo, el verdadero happy end llegará el día en que submarinos turcos comprados en Alemania hundan fragatas griegas fabricadas en Francia. Entonces, quizás Atenas se decida a recomprar a los chinos puertos griegos –que tuvo que venderles por mandato de la troika– donde amarrar sus barcos. Y, una vez demostrada la elasticidad del “eje franco-alemán”, “la autonomía estratégica de Europa” sería casi una realidad...