El 10 de mayo de 2010, tranquilizados por una nueva inyección de 750.000 millones de euros en la caldera de la especulación, los tenedores de títulos de Société Générale ganaron un 23,89%. Ese mismo día, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, anunció que, por razones de rigor presupuestario, no se prorrogaría una ayuda excepcional de 150 euros a las familias en dificultades. Así, de crisis financiera en crisis financiera, crece la convicción de que el poder político ajusta su conducta a la voluntad de los accionistas. Periódicamente, democracia obliga, los representantes electos convocan a la población a privilegiar a aquellos partidos que los “mercados” preseleccionaron por su inocuidad.
La sospecha de prevaricación socava poco a poco la confianza en cada invocación al bien público. Cuando Barack Obama reprende al banco Goldman Sachs para justificar mejor sus medidas de regulación financiera, los republicanos difunden inmediatamente un spot que recuerda la lista de donaciones (...)