En los últimos años ha tenido lugar un recrudecimiento espectacular de la guerra de propaganda que opone Israel a los palestinos y a los árabes, con la participación activa de los partidarios de ambos bandos, tanto en Europa como en Estados Unidos. Esta dimensión particular del conflicto árabe-israelí siempre ha sido crucial para el Estado de Israel: constituido desde su origen en una fortaleza enclavada en un ambiente regional hostil, le resulta imperativo cultivar el apoyo de los países occidentales a su causa.
La primera vez que la imagen de Israel en Occidente se deterioró sensiblemente fue durante la invasión del Líbano, en 1982. El largo sitio de Beirut, marcado por las masacres de los campamentos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila, perpetradas bajo supervisión israelí, impactaron a la opinión pública mundial. En el propio Israel, este trauma –comparable con el que se produjo en Estados Unidos durante la guerra (...)