A aquéllos que lo acusaban de comportarse con su país como “el pájaro que ensucia su propio nido”, Karl Kraus les respondió que uno puede perfectamente, en determinadas circunstancias, sentirse en cambio ensuciado por su propio nido y sentir la legítima necesidad de convertirlo, de ser posible, un poco más limpio; lo que trajo como consecuencia el haberse “ganado el odio de la gente sucia en un grado tal que podría decirse incomparable en la historia de la vida intelectual”.
En muchos aspectos, Noam Chomsky se encuentra hoy en una situación muy parecida. Para buena parte del mundo intelectual que, después de todo, se adecua bastante bien a la suciedad que él denuncia, Chomsky es también el pájaro cuya principal actividad consiste en ensuciar el o los nidos de los cuales es física o espiritualmente (o en todo caso así debería considerarse) un ocupante; en primer lugar, por supuesto, Estados Unidos, (...)