Conforme a la lógica eterna de los falsos debates, el tumulto de comentarios suscitados por la crisis griega tuvo gran cuidado en mantener estanca la separación entre las preguntas que podían plantearse (inofensivas) y aquellas que no podían plantearse (más molestas). En particular, la pregunta sobre los modos de encarar la financiación del déficit público. Se trata de una cuestión que los tratados europeos se esfuerzan por declarar clausurada: esta financiación se hará exclusivamente sobre los mercados de capitales, bajo la tutela de los inversores internacionales, y de ningún otro modo. Sin embargo, la simple observación de los daños que surgen de la exposición de las finanzas públicas griegas a los mercados de obligaciones podría despertar algún interés por explorar soluciones menos desastrosas, como por ejemplo el recurso a la financiación monetaria del déficit.
Dicha observación también podría invitar a analizar el caso singular de Japón, un país tan enormemente endeudado… (...)