En 1952, la vida del actor Ronald Reagan se hace más estable cuando vuelve a casarse con Nancy Davis, y más enriquecedora cuando General Electric le otorga un contrato fastuoso: en principio 125.000 dólares, y posteriormente 150.000 dólares por año. Ralph J. Cordiner, el jefe de GE, busca por entonces a alguien que le dé un rostro y una voz a la “empresa ciudadana” (corporate citizen) que acaba de descentralizar. “A Cordiner –explicará Reagan en 1980– se le había ocurrido la idea de un programa de televisión con el portavoz de la compañía como presentador. También quería hacer un recorrido por las fábricas. Los empleados, diseminados de un extremo al otro del país, se diría entonces que la central no ignoraba su existencia, dado que les enviaba a este muchacho que acababan de ver en televisión el domingo por la tarde”.
Al principio, Ronald Reagan experimenta ciertas reservas respecto de la (...)