La semana pasada usted compró un pasaje de avión a Montreal. Después de haber mirado el precio en la página de la compañía aérea, navegó por internet en busca de una mejor oferta, para terminar volviendo a la página del principio. Para su gran asombro, el precio había aumentado. Por lo que no perdió tiempo y reservó su pasaje antes de que el precio volviera a aumentar. Lo estafaron.
Sin duda, la página aprovechó su primera visita para retener la dirección IP de su ordenador o, mejor aún, para insertar una cookie en su navegador. Y fue así como pudo seguirle la pista por la web e identificarlo como un cliente de gran potencial: evidentemente, usted tenía muchas ganas de viajar. Cuando volvió para ver el pasaje que deseaba, lo reconoció y no tuvo más que aumentar el precio para convencerlo de que cerrara la transacción.
Visitante habitual de Amazon o de (...)