El Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas estima que la población mundial alcanzará entre 8.400 y 8.600 millones de personas en 2030 y entre 9.500 y 13.300 millones en 2100, un momento en el que es posible que el crecimiento se estabilice y empiece a decaer. Por su parte, la Agencia que se encarga de la Alimentación y la Agricultura (FAO) estima que, en el último siglo, la quita de agua ha aumentado 1,7 más rápido que la población, lo que agrava las preocupaciones sobre la sostenibilidad del uso del agua. Porque el problema es que, mientras tanto, la demanda de recursos hídricos para uso agrícola, industrial y doméstico no sólo no se estabiliza sino que continúa creciendo.
Para que nos hagamos una idea, se estima que, en 2050, la producción agrícola tendrá que incrementarse en un 60% desde los niveles de 2005/2007 para cumplir con la demanda creciente de alimentos. Que crece porque desarrocrecen la población y los ingresos. Este desarrollo económico que, aunque con muchos matices, va a suceder en todo el planeta, desviará la demanda de alimento hacia la carne, el pescado y los productos frescos. Esto va a tener un mayor impacto si cabe sobre los recursos hídricos, ya que, para producir alimento, la carne y los productos frescos necesitan mucha más agua que, por ejemplo, los cereales. Esta tendencia será abrumadora para los países en desarrollo, que cargarán con alrededor del 90% del incremento de la producción global de alimento que se necesita para 2050. En estos países, la contribución a la producción global de alimento aumentará hasta el 74% en 2050 (del 67% de 2007).
La mayor parte del incremento neto de la población global entre 2015 y 2050 ocurrirá en las áreas urbanas de los países de ingresos bajos. Y este aumento de población, sumado al de ingresos medios y su impacto en el consumo y el uso agrícola del agua, hará que se incremente también la competición entre agua, energía, agricultura, pesca, silvicultura, minería, transporte y otros sectores, lo que tendrá impacto impredecible para los medios de vida y el medio ambiente. Los proyectos a gran escala de infraestructuras hídricas, por ejemplo, proporcionan electricidad a través de energía hidráulica y almacenamiento de agua para regadío, gestión de inundaciones y usos urbanos, pero pueden tener impactos negativos en el medio ambiente, en las comunidades locales y sus medios de vida.