“Le diré cuándo me angustié de verdad. Fue mientras interveníamos en Gaza; estábamos en una trinchera y unos niños se acercaron y comenzaron a tirarnos piedras. Las instrucciones indican que cuando [un palestino] se encuentra en un perímetro desde el que nos puede alcanzar con una piedra, también nos puede alcanzar con una granada, entonces disparé. Debía de tener entre 12 y 15 años. Creo que no lo maté, me lo repito para convencerme y tener la conciencia tranquila, para dormir mejor de noche. Me deprimí mucho cuando, con pánico, fui a contarles a mis amigos y a mi familia que había apuntado a alguien [con un arma] y le había disparado en la pierna, en el trasero. Todos estaban contentos: me convertí en un héroe y fueron a contarlo a la sinagoga. Yo estaba en estado de shock”.
En su libro Si esto es un hombre, Primo Levi recuerda un (...)