De repente nos hicimos viejos. Casi de un día para otro, la política descubrió, tras las pasadas elecciones de mayo, que su modelo teórico y organizativo estaba hecho jirones. Es verdad que los maniquíes de la derecha disimulan su desnudez a base de sacar músculo económico ante la anorexia de la izquierda. Pero estábamos y estamos en situación de inferioridad. Las izquierdas europeas se mueven desubicadas entre las socialdemocracias, lo verde y lo transformador.
Y en España, los jóvenes, y menos jóvenes, que expresan su indignación dicen aquello de: “no nos representan”. Se lo dicen a todos. Incluso a los que los representamos, aunque sea sólo en parte, porque algo de razón tienen por mucho que creamos ser el faro de la auténtica izquierda. Sirva ese grito injusto, pero comprensible, para asumir una reflexión de futuro sobre el camino que debemos seguir. Las socialdemocracias que coquetean con las políticas conservadoras para (...)