La República Popular China le asigna a Estados Unidos un lugar central, desde que se normalizaron sus relaciones en 1979. Los vínculos establecidos entre ambos países incluso han sido calificados, con el consentimiento de Washington, de “alianza estratégica y constructiva orientada al siglo XXI”.
Sin embargo, las esperanzas surgidas de un entusiasmo semejante se vieron frustradas en varias ocasiones. Tal como sucedió durante las pruebas de misiles chinos –sin carga explosiva– sobre las aguas territoriales taiwanesas (1995 y 1996), que fueron seguidas por un despliegue de portaviones estadounidenses en la zona. Las relaciones se enfriaron también cuando la OTAN bombardeó la embajada china en la ex Yugoslavia (1999), y más aún cuando un avión de reconocimiento estadounidense fue interceptado por aviones de caza chinos, sobre el mar de China (2001). Estos incidentes confirmaban que ambos países desconfiaban profundamente el uno del otro y que sus gobiernos no tenían demasiada confianza en (...)