Para Rusia hay, a partir de este momento, un antes y un después de
Beslán. Como lo ha habido, para Estados Unidos, un antes y un después del 11 de septiembre. La masiva toma de rehenes civiles, el 3 de septiembre último, ha llevado a la angustia y a la masacre de unas 370 personas y de ellas 160 niños. Esta nueva masacre de inocentes ha dejado helado de horror al mundo que por otra parte ha asistido, con estupor, a la intervención confusa y brutal de las fuerzas del orden rusas.
Por el increíble fracaso del aparato de seguridad y por la dimensión delirante de la violencia de la que hicieron prueba los raptores, Beslán marca sin duda, en las guerras del Cáucaso, un giro (leer el artículo de Jean Radvanyi, páginas 4 y 5). Es la crisis de mayor magnitud que afronta Vladimir Putin desde que es (...)