Una cumbre nevada, de la cual emerge un pico afilado. Por un costado, las paredes verticales y sombrías de un acantilado rocoso; por el otro, una pendiente helada cae hacia el abismo. En el medio, un alpinista se recorta sobre un horizonte azulado, con su piqueta en la mano: “Los dirigentes extraordinarios no se contentan con dirigir”, proclama el texto. Pero no estamos en los Alpes ni en el Himalaya, sino en una página del semanario británico The Economist, donde la compañía IE promociona su curso titulado “Leadership positivo y estrategia”.
La imaginación colectiva asocia fácilmente los ascensos a las cimas alpinas con la capacidad para superarse y los triunfos de los escaladores con el heroísmo. Seguramente porque los alpinistas trataron durante mucho tiempo de dar esa imagen de sí mismos: “Solo aquel que practica el gran alpinismo puede conocer la grandeza y el rigor”, escribía en 1973 René (...)