Un banco social, el Shore Bank, que quiere cambiar el mundo abriendo a las poblaciones desfavorecidas de los barrios de Chicago, Detroit o Cleveland el acceso al crédito; una sociedad cooperativa, Autocool, que propone un servicio de automóviles compartidos, accesible las veinticuatro horas del día y los siete días de la semana, gracias a una red de estaciones urbanas de proximidad. Una administración local que pone en marcha una cooperativa para acompañar proyectos de creación de almacenes solidarios en tres municipios del área metropolitana de La Périgourdine…
No cabe duda. Las empresas sociales y solidarias despiertan vocaciones. Los representantes políticos que durante mucho tiempo ignoraron, despreciaron o minimizaron su papel, relegándolas al rubro de “accidente histórico”, hoy les piden auxilio, especialmente en el área del desarrollo sostenible y la solidaridad. Una señal: la inauguración, el 12 de marzo, de una Escuela de Empresa de economía social, en Marsella, primera en su (...)