“El país que proclamó los derechos humanos, que contribuyó brillantemente al avance de las ciencias, que instaló la enseñanza laica; el país que ante las demás naciones es el gran campeón de la libertad, tiene (...) la misión de difundir en todos los lugares donde pueda las ideas que hicieron su propia grandeza (...). Debemos considerarnos como investidos del mandato de instruir, educar, emancipar, enriquecer y socorrer a los pueblos que necesitan de nuestra colaboración”.
Los actores contemporáneos de la ayuda internacional debieran analizar con atención estas palabras, escritas en 1931 por el radical Albert Bayet durante el Congreso de la Liga de los Derechos Humanos dedicado a la colonización. Aunque la formulación sea anticuada, sería muy difícil desautorizar su contenido, porque este programa de modernización social y política sigue siendo muy actual. Por otra parte, en Francia, el mismo Congreso de la Liga de los Derechos Humanos condenaba la “concepción (...)