Eran las dos de la tarde cuando Marie-José atravesó por primera vez las puertas de la cárcel de máxima seguridad de Poissy, en la región parisina. A su lado había otras dos mujeres que también habían perdido a un ser querido asesinado. Juntas se disponían a encontrarse con tres presidiarios condenados a penas muy extensas. La cárcel, un antiguo convento, se erige en el corazón del centro histórico de la antigua ciudad de Poissy. “Tengo un recuerdo grisáceo. Antes de entrar, estábamos muy locuaces. Y después, una vez que pasamos la primer compuerta, nos quedamos mudas”, cuenta Marie-José. Un funcionario de prisiones las acompaña al edificio destinado a recibir a las familias en la sala de visitas, donde hay muchas mesas enfrentadas. Allí se desarrollan los seis encuentros de aproximadamente tres horas, distribuidos a lo largo de dos meses.
Estos encuentros, puestos en marcha en 2010 a título experimental por el (...)