¿Por qué las mujeres mienten más que los hombres sobre su edad? Susan Sontag partió de esta cuestión aparentemente anodina para explorar, en 1972, lo que denominó el “doble estándar del envejecimiento”. En materia de atracción, señalaba, coexisten dos modelos masculinos, el “hombre joven” y el “hombre maduro”, frente a uno sólo en el lado femenino: el de la “mujer joven”. Hasta tal punto que se admite, sobre todo entre las clases medias y superiores, que una mujer gaste cada vez más energía (y, si puede, dinero) para intentar conservar un aspecto juvenil.
Pero la depreciación de las mujeres que envejecen no proviene solamente de su alejamiento de los cánones de belleza, inclinados hacia la juventud. También tiene su origen en el simple envejecimiento, el cual tiende, para ellas, a reducir las posibilidades de ser más jóvenes que sus parejas potenciales. Esta norma de la diferencia de edad permite a algunos (...)