Tomar la carretera hacia el oeste desde Johannesburgo en dirección a la ciudad de Kathu es parecido a hacer un viaje en el tiempo. Las autopistas dejan poco a poco el lugar a carreteras antiguas rodeadas de veld. La vía se deteriora aún más una vez pasada la frontera invisible de la provincia de Cabo del Norte, la más grande y la menos poblada de Sudáfrica. Quinientos kilómetros más sobre fragmentos de asfalto en medio de paisajes de plantas xerófilas, y no hay casi ningún signo de vida. Y Kathu, poblado de diez mil habitantes que descansa sobre estribaciones de un rosario de montañas de color tirando a malva. En cada lado de la calle principal, un centro comercial, tiendas de licores espiritosos y de lujosos lodges, en donde en sus barras, por la noche, chicas jóvenes agobiadas de aburrimiento ahogan su soledad en vodkas con fresas.
Más grande que Alemania, (...)