“Hace treinta años, en Francia, había un altavoz por cada individuo: su radiocasette. Si hoy contáramos el número de altavoces que tiene a disposición cada persona, encontraríamos decenas. Estamos ante una proliferación y diversificación, donde el altavoz toma otras apariencias: no sólo se trata de los bafles situados a cada lado del equipo de audio; son también objetos integrados en la vida cotidiana: cascos, timbres, pequeños sistemas de voz, teléfonos móviles”. En tiempos de ciudades inteligentes y de realidad aumentada, la tendencia que menciona el diseñador de sonido Roland Cahen no da señales de decaer: la tecnología trabaja para dotar de lenguaje, música, alertas o decoraciones auditivas a múltiples materiales hasta hoy mudos o simplemente ruidosos.
La ciudad es uno de esos materiales. Es objeto de un modelado acústico, sin demasiado acuerdo por el momento por parte de instituciones, industrias, publicistas, asociaciones o laboratorios. Lentamente, se va desarrollando una cartografía sonora, (...)