En esta noche de sábado, en pleno enero, cientos de personas se reúnen para festejar el segundo aniversario de Los Álamos, un asentamiento hecho a base de todo un poco. En cualquier lugar del mundo, un sitio así se calificaría de villa miseria. En Lima, en cambio, se le brinda la armónica denominación de “pueblo joven”. El optimismo de la fórmula traduce un estado de espíritu característico de la capital peruana, donde invadir colectivamente un terreno todavía disponible, aunque sea de manera informal o irregular, es considerado como una especie de derecho propio en el proceso de urbanización. A lo largo del tiempo, algunos de esos “pueblos jóvenes” han pasado a figurar entre los barrios más animados de la capital.
En Los Álamos, la velada está en su apogeo: una multitud baila sobre el suelo de tierra al ritmo de una orquesta de salsa, elevada sobre un escenario tambaleante, y bebe (...)