Hay que ser muy ingenuo para creer que el encarnizamiento de la troika contra Grecia obedece únicamente a consideraciones de estricta gestión de fondos europeos. Cuando los representantes de las tres instituciones que la conforman –Banco Central Europeo (BCE), Comisión Europea y Fondo Monetario Internacional (FMI)– multiplican, como ocurre actualmente, las exigencias previas para liberar el tramo de préstamo de 8,5 mil millones de euros que se le prometió al Gobierno de Atenas, están dando continuidad de forma implacable al experimento iniciado hace seis años.
Este experimento tiene una ambición de alcance histórico: la desintegración del Estado social, fruto de décadas de luchas, primero en el país más vulnerable de la Unión Europea, y posteriormente, poco a poco, en los demás países de la “periferia” (España, Chipre, Irlanda, Portugal), antes de extender dicho proyecto, con la complicidad de sus Gobiernos, a ciertos países del “centro”, entre ellos, la Francia de François (...)