Debido a que las revueltas árabes no han tenido un desarrollo feliz en Egipto, Siria ni Libia, Túnez se ha visto convertido dentro de la región en el refugio de aquellos que buscan un motivo de esperanza. Ninguna de las aspiraciones sociales que allí dieron origen al levantamiento de diciembre de 2010 ha sido satisfecha. Sin embargo, tras una interminable crisis política, y de rozar lo peor con el asesinato de dos diputados de izquierda el año pasado, el país acaba de dotarse de una nueva Constitución, aprobada por doscientos diputados de entre doscientos dieciséis, y de un Gobierno de unión nacional compuesto por tecnócratas. La tensión ha cedido un poco, y se vive un cierto estado de gracia.
Los adversarios de los islamistas de Ennahda temen que estos penetren en el aparato del Estado, asentando así las bases de una nueva dictadura. En definitiva, abandonaron el poder tan pacíficamente como (...)