Salvo de manera marginal, no se debe buscar una racionalidad económica o financiera al chantaje sobre el gobierno griego que ejercen la Unión Europea (UE), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). El primer ministro Alexis Tsipras, cuyo partido, Syriza, ganó las elecciones legislativas en enero de 2015, se ve empujado a elegir:
— o bien, al precio de nuevas medidas de austeridad en un país ya desgarrado por las políticas neoliberales, reembolsa íntegramente y en las fechas indicadas por sus acreedores, las deudas y los intereses de las deudas contraídas por sus antecesores para “salvar” no a Grecia, sino a los bancos extranjeros poseedores de deuda griega;
— o bien resuelve darle prioridad no al respeto de los vencimientos draconianos, sino al rescate de la sociedad griega, sobre todo rechazando determinadas privatizaciones y haciendo votar una ley sobre la “crisis humanitaria” para otorgar una ayuda de urgencia (...)